viernes, 22 de julio de 2022

Consejos vendo, que para mí no tengo

En la izquierda, los ecologistas se dividen en dos categorías (los verdaderos ecologistas no tienen adscripción ideológica o, por lo menos, no van proclamándola por ahí a las primeras de cambio): los ecologistas sandía (verdes por fuera, pero rojos por dentro), y los que yo llamo ecolojetas.

A estos últimos me voy a referir. Son aquellas personas, generalmente famosos por la razón que sean, que hacen proclama de su fe ecologista pero que luego, en su vida personal, demuestran bastante poca coherencia con aquello que dicen defender.

El caso más conocido es el de quien fuera vicepresidente de William Jefferson Clinton. Este sujeto, que incluso gana premios cinematográficos por producir documentales en los que alerta del presunto apocalipsis climático, se desplaza de cumbre a cumbre en un reactor privado, y vive en una mansión que, según las malas lenguas, consume tanta electricidad como una ciudad pequeña.

Y otro demócrata, Barack Hussein Obama -que recibió un Premio Nobel de la Paz sin haber hecho méritos para ello, y que a tenor de su desempeño en el despacho oval tendría que haber devuelto- parece estar siguiendo sus pasos. Alerta del peligro del aumento del nivel del mar que terminaría sumergiendo las franjas costeras del continente y los territorios insulares, pero se compra una mansión en Martha’s Vineyard; habla del calentamiento global, pero manda levantar en su propiedad dos tanques de almacenaje de conbustibles fósiles cuya capacidad supera los once mil trescientos litros.

Todos estos sujetos no parecen estar muy convencidos de aquello que predican…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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