Con la invasión de Ucrania por Rusia, los países escandinavos no integrados en la OTAN se tentaron las ropas y solicitaron, más rápido que el trineo de Papá Noel que todas las Navidades parte de aquellas latitudes, el ingreso en la OTAN.
Sin embargo, para
permitir el ingreso hace falta la unanimidad de los países miembros. El veto de
uno solo, de cualquiera, bloquea el proceso. Y en este caso, el veto provenía
de Turquía, probablemente el menos occidental
de todos los países de la alianza que lleva ese adjetivo.
Así que, cuando me
enteré de que los otomanos habían levantado su veto, mi primera pregunta fue ¿qué
habrán sacado a cambio? Porque, en el ámbito internacional, nadie hace algo
a cambio de nada.
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