En el reciente debate sobre el estado de la Nación, los distintos partidos han quedado retratados.
Así, cuando la portavoz
del Partido Popular, Cuca Gamarra, forzó un minuto de silencio por el aniversario
del asesinato de Miguel Ángel Blanco, hubo parlamentarios que no se levantaron
del escaño. No sé si los terroristas lo hicieron -me extrañaría que hubieran
despegado sus tafanarios del escaño-, pero quien no se levantó fue la tercera
autoridad del Estado.
Vox, por su parte,
anunció por boca de su presidente que cuando lleguen al gobierno derogarán
todas las leyes sectarias del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer, y que no les temblará el pulso.
La izquierda, por su
parte, fiel a su naturaleza totalitaria, exigió al psicópata de La Moncloa que
aumentara el control sobre los medios de comunicación, y que legislase contra
lo que llamaron contaminación mediática.
Y los de la mano y el
capullo, después de que el primer ninistro dijera que iban a ir con
todas, celebraron que el hachazo fiscal que planean -que, en cualquier
caso, recaudará mucho menos de lo que proclaman- haya cohesionado al
gobierno, y dijo que en la Bolsa habrán entendido de qué va la medida.
Cómo lo habrán entendido, que el batacazo que se pegó se oyó hasta en las antípodas.
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