El ombliguismo de los secesionistas catalanes -y no me refiero sólo a los políticos, sino también a la población abducida por los mismos (como leí alguna vez, hace siglo y medio algún intelectual, de los de verdad, comentaba que en todo pueblo de Cataluña había un nacionalista, al que se reconocía fácilmente por ser el más estúpido) alcanza niveles verdaderamente ridículos.
Es el caso del individuo
que, al encontrar en un restaurante de la Vía Augusta de Barcelona que no
tenían carta en ese dialecto del occitano que se habla en la ciudad condal,
llamó a emergencias y a la policía regional. Y todavía se molestaba porque,
pasada media hora, los agentes de la autoridad todavía no habían hecho acto de
presencia.
Será que tenían cosas serias de verdad de las que ocuparse…
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