Como he dicho muchas veces, lo único que impide que los secesionistas catalanes se destrocen los unos a los otros es que, al parecer, hay algo que odian más que unos a otros entre ellos: España.
Si tuviéramos el tiempo y los medios suficientes para esperar -tampoco demasiado-, se eliminarían los unos a los otros, como las alimañas que son. Y esto que digo, dejando aparte los calificativos que aplico
-calificativos más suaves que los que ellos aplican a quienes no piensan como
ellos-, no es una opinión: es un hecho.
La prueba -otra más- es
que el partido de Cocomocho parece estar preparando el terreno para romper el consejo de gobierno regional catalán. Teniendo como tienen en Madrid al
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, ayuno de
escrúpulos a la hora de plegarse a la mayor parte de sus exigencias, al parecer
no soportan el hecho de no ser ellos los que saquen réditos.
Con lo cual queda demostrado que sus proclamas de hablar en nombre de Cataluña son eso, proclamas. Filfas. Pamemas. Embustes más grandes que la Sagrada Familia cuando esté terminada.
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