martes, 9 de agosto de 2022

Reflexiones atemporales CXV – No es lo mismo, no señor

Al hilo de la solicitud de ingreso de Ucrania en la Unión Europea han vuelto a levantarse algunas voces -principalmente, al otro lado del mar de Mármara- sobre el ingreso de Turquía en ese mismo organismo supranacional.

Y es que los casos son radicalmente distintos. Por mucho que se empeñen, y aunque retengan un trozo de territorio en Europa, Turquía no es una nación europea. Ni por geografía, ni por cultura, ni por religión ni por actitud. De hecho, estando más lejos, Israel (o el antiguo Líbano, porque el actual va camino de ser eso que llaman un estado fallido, si es que no lo es ya) es infinitamente más europeo de lo que nunca será Turquía.

Y es que Turquía, para empezar, es un país islámico (tirando a islamista), mientras que Europa, se pongan como se pongan los giliprogres, es un ámbito territorial de raíces irrenunciablemente cristianas: católicas, protestantes u ortodoxas, pero cristianas. En Europa se toleran otros cultos, y no se destruyen obras de arte; en Turquía se cogió uno de los mayores templos de la cristiandad, se convirtió en una mezquita, luego en un museo y de nuevo en una mezquita, mientras se tapaban las obras de arte que decoraban sus muros (y a los que me pregunten que qué pasa con la catedral de Córdoba, les diré que antes de ser mezquita -que sé por dónde van- fue catedral cristiana, y que hasta donde se me alcanza los musulmanes pueden seguir orando en ella).

Ucrania, por el contrarios, es Europa. De hecho, es el origen histórico de Rusia -el Rus de Kyiv-, y ha sido cristiana desde varios siglos antes que Moscú. Podría decirse que Ucrania es Rusia, y el resto es tierra conquistada. E incorporar a Ucrania a la Unión Europea no sería meter de golpe a cien millones de musulmanes, religión pacífica y tolerante donde las haya.

Esto último va, evidentemente (nótense las cursivas), en tono sarcástico.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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