Una de las personas que más se ha significado al servicio del psicópata de La Moncloa -¡ay, esa mirada de arrobamiento caminando ambos dos por la calle Ferraz de Madrid, camino de la sede nacional de los de la mano y el capullo- ha sido la primero ninistra de Injusticia y luego fiscal general del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, la mucama del juez prevaricador, Dolores Delgado.
Teniendo en cuenta que el
consejo de ninistros estaba pergeñando una reforma legal que le permitiría,
cuando dejara la cúspide del ministerio público, ascender directamente a la
máxima categoría no política de la misma, sorprendió a algunos -entre los que
me cuento- el que diera la espantada antes de que dicha reforma estuviera
aprobada.
Según algunos, tal
dimisión habría sido una farsa, para poder ser nombrada fiscal (¿fiscala?)
de memoria democrática. Dejando aparte lo inicuo de la norma y de la institución
-¿por qué pararnos en la (última) guerra civil? Vayamos a las de África, las
carlistas, la de la Independencia, la de Sucesión y hasta la de las Comunidades;
ya puestos…-, cuando era notaria mayor del reino demostró tener bastante poco
pesquis, ya que los restos del Caudillo, tras ser su tumba profanada, desfilaron
delante de sus narices cubiertos por el pabellón del Generalísimo como Jefe del
Estado que fue.
Así que, de lo dicho nada: adelante con el nombramiento, que esta tía no se entera de nada…
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