En primero de la carrera me enseñaron que la economía es la sabia administración de los recursos escasos. Así las cosas, no hay más que una economía verdadera, la liberal. Todas las demás, esas a las que se le ponen adjetivos -que si sostenible, que si socialista, que si de guerra…- no son más que trucos de birlibirloque, pan para hoy y hambre para mañana.
Y en esa (mala)
prestidigitación son duchos los miembros del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer. Para frenar la imparable alza de los precios
no paran de proponer limitar artificialmente -ellos lo llaman topar… con
la Economía hemos topado, amigo Sancho, que diría el hidalgo manchego- el
precio de las materias primas, singularmente las energéticas: si primero fue el
gas, hace dos meses era el petróleo.
Pero, como le decía
anteayer a mi hermano, esas medidas son -no empleé esta figura, pero me parece
adecuada- como poner tiritas a un embalse a punto de reventar: la cosa acabará
explotando, y será mucho peor. Es preferible soltar presión poco a poco, y que
las cosas sigan su curso natural.
Porque, mientras, la
subida de los tipos de interés -en concreto, del Euribor, que se toma como referencia
para muchas cosas- pone a más de un millón de hogares en situación de ahogo financiero.
Pero, eso sí, los precios topados.
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