El psicópata de La Moncloa es un autócrata de la peor especie. Al igual que todos los que le han precedido, tolera a aquellos que le ayudan en la consecución de sus fines -en su caso, el fin es único: seguir detentando el poder tanto tiempo como pueda-, y busca la destrucción de aquellos que se le oponen o, simplemente, osan criticarle.
Y si hay un partido que
le critica casi continuamente, ese es Vox. No sólo eso, sino que, al menos de
momento, parece ser imprescindible para configurar en España una mayoría de
derechas. Para evitarlo, para que siga gobernando (mal, pero gobernando) la
mayoría Frankenstein, es necesario suprimir al partido de las víctimas del
terrorismo vasco de ultraizquierda -Abascal lo fue, Ortega Lara más aún-,
aunque sea por medio de la alianza con, precisamente, los terroristas.
Aquí un inciso. Me saca
de quicio el oír hablar de filoterroristas para referirse a como se
llame el partido de los del hacha y la serpiente. Esa gente son terroristas,
pues son etarras; y algunos incluso han sido condenados por ello. Puesto que no
se han arrepentido de sus crímenes, siguen siendo criminales. Etarras. Terroristas.
Filoterroristas serían, en todo caso, los que se dedicaban a recoger las
nueces; esos que, por haber contribuido a incubar a la serpiente, corren el
riesgo de ser relegados por ella.
Vuelvo al tema. Preparando
el terreno para intentar la ilegalización de Vox, Sin Vocales ofreció a
separatistas y terroristas un texto para acusar a Santiago Abascal de apoyar la violencia. Es decir, que se dirige a quienes queman las calles en Cataluña cada
vez que algo no les gusta (o cada vez que encuentran una excusa) y a quienes
acosan a las fuerzas del orden en Vascongadas.
Aquí ya no es el quien esté libre de pecado del evangelio. Aquí son los pecadores quienes, directamente, apedrean a los justos.
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