Los primeros comunistas -hablo de hace un par de siglos- tenían un cierto nivel intelectual -no en vano, se habían educado en un sistema no contaminado por los postulados ideológicos de la izquierda… sus postulados- y una cierta vergüenza -eran, como dicen en Una nueva esperanza, unos tiempos más elegantes-, lo que les impedía ufanarse de las tonterías que decían.
Las decían solemnemente,
las decían intentando convencer a los demás -o, al menos, engañarles de modo que
no se dieran cuenta de la trola que les estaban tratando de meter doblada-,
pero no se golpeaban el pecho -metafóricamente hablando- como si fueran espaldas plateadas.
Los comunistas actuales
son otra cosa. Educados en un sistema infectado por la indigencia intelectual
de la izmierda -no deja de ser paradigmático que cualquier comunista al
que pudiera llegar a respetarse se educara… en el franquismo, lo cual no quiere
decir que todos los educados en esa época sean dignos de respeto, porque un
burro será un burro (y que me perdonen los jumentos) por muy lujosos que sean
los arreos que le coloquen-, no sólo dicen los mayores sinsentidos o hacen las
proclamas más miserables, sino que incluso se pavonean de ello.
Es el caso de los neocom
españoles, que presumen de que cada vez más gente vive de subsidios públicos en las regiones que controlan, mientras que critican a Isabel Díaz-Ayuso (es que
tienen atravesadita a la presidente madrileña) por lo contrario: según los
datos que ellos mismos exponen, en Canarias hay cuatro veces más pobres que en
Madrid con tres veces menos población.
Es decir, y proporcionalmente: por cada pobre que hay en Madrid, en Canarias hay una docena.
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