En lenguaje inclusivo, lastra sería el femenino de lastre, de donde podemos deducir que hasta la hasta hace no tanto vicesecretaria general de los de la mano y el capullo -¡qué cierto es aquello de otro vendrá que bueno te hará! ¡Y cómo será el siguiente!- era nada más y nada menos que un peso muerto.
Y claro, ¿qué hace uno
con un peso muerto? Pues se deshace de él. Y eso es lo que ha hecho el psicópata
de La Moncloa con aquella que, como valoración del hostión que el PSOE se metió
en las elecciones regionales andaluzas, dijo que el PP había conseguido mayoría
absoluta gracias al desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer.
Porque eso de decir que
dejaba las responsabilidades del partido por encontrarse embarazada -pero no
las parlamentarias, porque a ver quién es el guapo que renuncia a todas esas
gabelas sin tener donde caerse muerto fuera de la política- no se lo cree ni el
más pánfilo de los votantes de izquierdas, y mira que hay dónde escoger. En esa
línea se han movido PP y Vox, que apuntaban a un cese más que a una dimisión. Por otra parte, ¡qué poco feminista y escasamente progre es tratar de llevar a buen término un embarazo!
Para terminar: entre la
emergencia de la noticia y la publicación de esta entrada -¡tres semanas nada
más, y parece que hubieran pasado tres meses, de lo rápido que se ha olvidado!-
nos hemos enterado de quién es la nueva númera dosa de la formación y,
efectivamente, hace buena a Adrilastre. Sanchinflas eligió, de entre
todo lo que tenía (tampoco tanto, la verdad), a la Demóstenes de Andazulía,
la anterior portacoz del consejo de ninistros.
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