Probablemente, cuando Su Majestad el Rey don Juan Carlos I dijo aquello de lo siento mucho, no volverá a pasar, no lo sentía demasiado -o, al modo del delincuente al que pillan in fraganti, lo que sentía era que le hubieran pillado-, y lo que pretendía que no volviera a pasar era que le descubrieran. Pero bueno, al menos ofreció unas disculpas. Con la boca pequeña, insinceras, un paripé, en definitiva, pero disculpas.
El desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer no hace ni eso. Mienten como bellacos, meten
la pata, cambian de idea como de chaqueta, pero no se disculpan ni una sola
vez. Será la superioridad moral de la izmierda, que está en el mismo
sitio que sus capacidades de gestión: en el limbo de las cosas imposibles.
Y ahí están: disparando el gasto público a niveles nunca vistos, volviendo a corregir las previsiones que corrigieron hace tres meses, y sin que se les mueva una ceja.
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