La izquierda está tan imbuida de su auto concedida superioridad moral que consideran saber mejor que los propios interesados en cada caso qué es lo que le conviene a la gente.
Tomemos el caso de las
llamadas políticas de género. En la cúpula neocom no hay, que se
sepa, transexuales ni homosexuales. Sin embargo, legislan sobre la materia con
una alegría merecedora de mejores objetivos.
Y si alguien afectado
por esa legislación -una persona transexual, y empleo el término neutro
persona porque nunca está claro si te tienes que referir a estas personas por
su sexo de origen o por el de destino- critica una de estas
normas, señalando que están usando a su colectivo como borregos para llegar al poder, lo que ocurre es que todos los terminales mediáticos y políticos
de la izquierda se echan encima de esa persona, linchándola (figuradamente)
hasta el extremo de tener que renunciar a pronunciar el pregón del orgullo
NoCHe.
Total, qué sabrán ellos…
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