La legislación contra la sedicente violencia de género es un corpus profundamente, por discriminatorio, inconstitucional. En efecto, no busca defender a la sociedad en general, sino sólo, y en principio, a la mitad, las mujeres.
Y ni siquiera a todas, sino
a aquellas que son objeto de violencia, sea física, verbal o psicológica, por
parte de sus parejas masculinas. Nada de proteger a los hombres de violencia o
insidias por parte de las mujeres, ni a las parejas homosexuales de uno y otro
sexo. De hecho, es una normativa tan sectaria y fanatizada que, cuando planteé
la posibilidad de que el hecho de que una madre matara a un hijo con el
propósito de causar daño la padre fuera eso que se ha dado en llamar violencia
vicaria, poco menos que me despellejaron vivo (ciberespacialmente hablando)
un grupo de femialienadas (no creo que lleguen a feminazis).
Por eso, cuando hace un
par de semanas saltó la noticia de que había sido detenida en Madrid una mujer por matar a puñaladas a su novia, lo primero que vino a mi mente fue la
pregunta que da título a esta entrada.
Y ojo, que no pretendo
frivolizar con el tema de la violencia contra las mujeres. Conozco casos en que
las afectadas, décadas después, siguen padeciendo las secuelas psicológicas del
maltrato. Hacen falta penas mas severas contra los maltratadores, sí: pero sean
del sexo que sean y dirijan su maltrato contra quien lo dirijan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario