Suelo decir que cuando las afirmaciones de un político español de izquierdas se da de bruces con la realidad, el político afirmará que es la realidad la que está en un error, y no él.
Así eran las cosas hasta
que el psicópata de La Moncloa pasó a encabezar el desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer. Ahora, cuando (es decir, cada vez, porque
ese cuando es, en la práctica, siempre) la realidad se niega a
plegarse a los deseos de Sin Vocales, lo que hace es quitar de en medio
a aquellos que se atreven a decir la verdad.
Una prueba de lo que
digo la tuvimos hace ahora un par de meses, cuando en consejo de ninistros
forzó la dimisión del presidente del Instituto Nacional de Estadística. ¿Su
pecado? Haber puesto de manifiesto la mala gestión económica de Sanchinflas
y hecho trizas sus previsiones económicas en reiteradas ocasiones.
Con este hombre, el emperador habría seguido desnudo, porque al niño le habrían dado un saco de azotes mientras era sustituido por otro infante que afirmara la hermosura del atuendo regio.
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