Tras El Libro de los Baltimore, Dicker vuelve a ofrecer un caso policíaco. La trama es enrevesada, los giros argumentales continuos, pero… falta algo.
Y ese algo es la originalidad. El caso Alaska Sanders se parece mucho a La verdad sobre el caso Harry
Quebert: una víctima de asesinato, en apariencia dulce e inocente pero que
oculta oscuros secretos; una sucesión de culpables, sucesivamente ineludibles y
exculpados, y ninguno de ellos del todo limpio; algunas perlas filosóficas a
cargo del protagonista/narrador; y, de remate, en un ejercicio de
metaliteratura, Marcus Goldman convierte el caso policíaco en una novela con el
mismo título que la que el propio Dicker publica.
Ojo, que no digo que sea una mala
novela, todo lo contrario: como producto de entretenimiento está por encima de
la media. Pero adolece de falta de originalidad, y para que yo diga eso… Pero,
al menos, enlaza con las dos novelas anteriores, de modo que la trama de las
tres se va superponiendo.
Eso sí, se plantea la posibilidad
de una cuarta novela, que casi seguro se titulará El caso Gaby Robinson,
o cosa semejante…
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