No, no me refiero a todas las tropelías que perpetró Rubiales y de las cuales salió más o menos impune, sino a todo el revuelo que se ha montado alrededor del beso que le propinó a Jennifer Hermoso en la entrega de medallas de la final del mundial femenino de fútbol.
Porque al principio, la afectada,
aunque reconoció que no le había gustado, lo dijo entre risas, y luego se fue
con sus compañeras a las Baleares a celebrar el campeonato. Naturalmente, como
nunca he sufrido una agresión sexual de ningún tipo, no sé cómo se siente
alguien después de la misma, pero el marcharme de vacaciones como si nada
hubiera pasado no me parece lo más lógico cuando algo ha pasado.
Y no debió pasar tanto, puesto
que no fue hasta que las feminazis empezaron a agitar el avispero que la
futbolista dijo algo. Pero tampoco lo debió decir muy alto, hasta el punto de
que el Tribunal Supremo tuvo que exigir persistencia en la incriminación de la
señorita Hermoso para mantener la causa contra Rubiales.
Que haya caído por esto…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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