Siempre digo que si uno quiere perder peso, o no ganarlo, sólo hay una receta segura: comer menos y correr más. O, dicho de otra manera, hacer ejercicio y dieta (en el sentido de no comer todo lo que a uno le gustaría).
Por eso, además de procurar contenerme
y no picar entre horas (sólo a las en punto… es broma), intento hacer algo de
ejercicio todos los días. Bien una caminata de varios kilómetros a buen ritmo,
bien un partido de pádel, bien gimnasia. Esta última suelo hacerla acompañado:
en origen en el mismo gimnasio, pero desde que se declaró la pandemia por
videoconferencia.
Sólo que la compañía, mira tú por
dónde, se toma vacaciones. Eso sí, me dejó una tabla con los ejercicios que
tenía que hacer, tabla que seguí mientras en el portátil sonaban temas de la banda
sonora de la saga de Rocky, de lo mejor cuando uno tiene que hacer
ejercicio de una relativa intensidad.
Sólo que, si ponía únicamente la
música, el ordenador acababa entrando en suspensión. Como, afortunadamente,
tenía una pantalla auxiliar, en ella reproducía un mediometraje de la duración
aproximada de la sesión de gimnasia, algo menos de una hora. Era una película
de John Wayne de 1.936 -anterior por tanto en tres años a La diligencia-,
cuyo título en español era Vientos del páramo; y aunque si miras en IMDB
aparece como título original Winds of the wasteland, lo que aparece al
reproducir la propia película es Stagecoach run (que es el título que le aplicaron al editarla en DVD).
En cuanto a la película en sí, lógicamente la reproducía sin sonido. La época en que se realizó, todavía reciente el nacimiento del sonoro, se mostraba a las claras en la gestualidad casi excesiva de muchos de los actores. Cuando por fin la vi con sonido, bueno… baste decir que me pareció mejor muda.
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