De vez en cuando, John Grisham se aparta de la temática puramente legal y aborda otros temas. En este caso, se centra en la figura de un jugador de baloncesto sursudanés, que sólo en un año pasa de ser un diamante en bruto a otro perfectamente tallado y pulido.
El estilo de la novela me ha
resultado algo más desgarbado que de costumbre, algo más forzado, por decirlo
de alguna manera. Eso sí, como ya he dicho otras veces, no deja de traslucir su
ideología profundamente demócrata (en el sentido partidista estadounidense),
aunque con mucha menos estridencia que Stephen King.
Y, cuando llegué al final, no pude evitar acordarme del caso de Len Bias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario