Para la izquierda, cualquier actuación en contra de lo que ellos piensan que está equivocado es tolerable, permisible y hasta defendible. A la viceversa, cuando cualquier actuación, por leve o respetuosa que sea, les lleva la contraria, la consideran una muestra de intolerancia y de violencia.
Pero la gente ya empieza a estar
cansada de esa hipocresía, de esa doble vara de medir, de esa ley del embudo. Y
hartos de amenazas, de boicots y de destrozos, los cazadores reclaman que la violencia animalista sea considerada como delito de odio.
¿O es que sólo van a poder ser
unos acusados de odiar, y los otros pasar por seres seráficos y angelicales?
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