La degeneración de la educación (académica, que no urbanidad, aunque también) ha llegado a tales niveles en todo el mundo que hoy en día suceden cosas que hace sólo un par de décadas resultarían impensables.
Ya no son sólo los ecologistas
idiotas, que se dedican a pegarse a obras de arte de valor incalculable en
nombre de no se sabe qué conciencia planetaria. Son también los ataques puramente
vandálicos, como el que hace dos semanas tuvo lugar en Florencia, cuando unos desconocidos pintarrajearon las columnas del histórico Corredor Vasariano, construido sobre el Ponte Vecchio de Florencia.
A limpiarlo, les ponía yo. Pero con
la lengua.
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