lunes, 18 de septiembre de 2023

Por la pata abajo

Los políticos de otra época tenían, si no principios, al menos una cierta dignidad, algo parecido a la gallardía y el valor.

En la clase política actual, sobre todo si es española, y no digamos ya de izquierdas, tales rasgos brillan por su ausencia. Son soberbios, egoístas, prepotentes, sectarios, inútiles, ineptos, ignorantes y, sobre todo, cobardes. Muy cobardes.

Todo ello hace que nunca, jamás, reconozcan haber cometido un error -la culpa siempre es de los demás, de la derecha a los jueces, pasando por los medios de comunicación-, y que se aferren al cargo como si les fuera -de hecho, les va, al menos en un sentido económico- la vida.

La llamada ley del sólo sí es sí, en puridad ley Sánchez-Montero (porque hay que recordar que el psicópata de la Moncloa la presentó como un avance en la protección de las mujeres que sería copiado en el resto del mundo más pronto que tarde) o ley de todo el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer (por acción de unos y por inacción de otros), es uno de los mayores dislates legislativos que se han perpetrado el la historia jurídica. Aunque, como digo, la responsabilidad es colectiva, fue el ninisterio de Lomismodá la que hizo bandera de la misma.

Y, por lo tanto, debería hacerse cargo de las consecuencias. Debería, porque ha evitado dar la cara -no sea que se la partan- tras el comité de crisis que certificó su fracaso en la lucha contra la sedicente violencia de género.

¿Jugamos al pimpampún?

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: