Es rasgo propio de los seres humanos, y en esto los políticos de izquierdas españoles son más humanos que nadie, reclamar a los demás que hagan cosas que ellos mismos no llevan a cabo, ni se les pasa siquiera por la cabeza hacerlo.
Y esto ocurre tanto más cuanto
más a la izquierda están (hay excepciones, claro, pero como suelo decir cuando
hablo de los comunistas decentes, están muertos). Por ejemplo, el ninisterio
de Lomismodá sacó hace una quincena una aplicación para móviles llamada Me
toca, por la que (en teoría) se repartirían de un modo igualitario (porque
hasta que ella llegó a donde se encuentra, nunca se ha hecho en ninguna parte
de este bendito país) las tareas domésticas.
Y esto lo presentó una mujer que
desde que llegó a la poltrona -por exigencia de su entonces pareja y padre de
sus tres hijos- no ha dado un palo al agua, se ha pegado la vida padre y ha
utilizado los medios públicos para su satisfacción privada, desde impedir que le
llegasen dosis de ese jarabe democrático que con tanta soltura
administraba cuando no era nadie hasta mandar a la escolta al coche en invierno
para que se lo calentara antes de que ella subiera al vehículo.
Anda y que le den cold cream.
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