martes, 26 de septiembre de 2023

Reflexiones atemporales CLXXIV – En román paladino

Al hilo de haber introducido en el Congreso de los Diputados (atrás quedó la chorra ocurrencia de la indocta egabrense de añadirle la coletilla y diputadas) la posibilidad de habar en idiomas distintos al español, aprovecho esta entrada para dejar claras unas cuantas cosas.

Primero, el idioma es el español. El castellano, como decía Camilo José Cela, es el bellísimo español que se habla en Castilla; o, apurando, añado yo, la lengua romance que, naciendo en la zona de La Rioja, y recibiendo influencias diversas, desembocó en el español. No lo digo yo, lo dice la Real Academia Española de la Lengua, los demás hispanoparlantes fuera de España, el resto de idiomas al referirse a la lengua hablada a ambos lados del Atlántico y hasta el sentido común.

Segundo, el español es, según la Constitución Española (artículo 3, apartado primero) la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Es decir, cualquier español, en cualquier lugar de España (o fuera de España: embajadas, consulados, oficinas comerciales…), tiene derecho a hablar en español y ser atendido en ese idioma.

Tercero, el apartado segundo del mismo artículo establece que las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. Pero nada impide que un catalán, un vasco, un valenciano o un gallego, dentro de sus respectivas comunidades autónomas, hablen y deban ser entendidos en español. Porque, aunque los respectivos estatutos de autonomía digan que el dialecto del occitano (posterior en su nacimiento al valenciano, dicho sea de paso) o el vascuence de laboratorio sean cooficiales en Cataluña o Vascongadas, no pueden decir que un vascoparlante pueda y deba ser atendido en vascuence más allá del Ebro. Y, aunque lo digan, irían contra lo dispuesto en la Constitución, que dice en las respectivas comunidades autónomas. Y en significa dentro de, no universalmente.

Con lo cual, el guirigay montado a partir de esta semana pasada en el Congreso es, sobre un desperdicio de dinero, una mamarrachada… puesto que por los pinganillos lo único que se oye es hablar en español.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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