Que las concesiones a los secesionistas no sirven para aplacarles, sino para todo lo contrario, es algo que, tras casi medio siglo de bajadas de pantalones debería ver hasta el más cegado por las anteojeras ideológicas.
Uno puede llegar a admitir que
hay que hacer concesiones para no llegar al enfrentamiento directo; pero esa
cobardía no debería, como digo, ocultar el hecho de lo evidente.
Por eso, la reunión de la tucán
de Fene con Cocomocho fue una suerte de echar gasolina al calor de la
ambición del prófugo de peinado inefable, que se apresuró a fijar sus condiciones, exigiendo una amnistía inmediata y negociar la autodeterminación.
Pero, al menos, todo esto tuvo un efecto colateral beneficioso: Feijóo renunció a reunirse con los jotaporcatos, y Abascal llegó a saludar un posible acuerdo entre el PP y el PSOE.
Sí, hombre, amosanda…
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