En otras etapas de nuestra Historia, cuando los enemigos internos eran más débiles y España era más fuerte, los villanos disimulaban taimadamente sus aviesas intenciones con disfraces más o menos elaborados.
Hoy, que se sienten fuertes
porque en la presidencia del ejecutivo español se sienta un sujeto tan débil con
ayuno de escrúpulos, no se molestan en fingir y, como todos los matones, se
muestran prepotentes y con desfachatez.
Y así, jotaporcatos e ierreceos
pretenden arrancar del psicópata de la Moncloa (tampoco es que parezca que vaya
a resistirse en demasía) una inconstitucional ley de amnistía que diga que España no es una democracia y que ellos son presos políticos.
A otro perro con ese hueso.
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