En los días de vino y rosas, todos en las agrupaciones marxistas se quieren mucho, se besan y se abrazan, todo son parabienes y tomar el cielo por asalto.
Pero cuando las cosas empiezan a
ir mal dadas, salen a relucir los cuchillos, las purgas y las envidias, las
rencillas y las invectivas. Todo menos, eso sí, asumir los propios errores: un
marxista siempre le echará la culpa de sus fracasos a otro, aunque ese otro sea
otro marxista.
Es lo que ha pasado con los neocom.
Cuando crecían, y fagocitaron a los paleocom, todo iba estupendamente,
crecían y parecían capaces de dar el sorpasso a los de la mano y el
capullo. Pero la gente se dio cuenta de que no eran más que la misma mercancía
averiada con distinto envoltorio, y empezaron a dejar de votarles. Comenzaron
entonces las purgas, las escisiones como los neoneocom a las que los defensores
de las esencias ponían a parir (y viceversa), y finalmente, en una suerte
de justicia poética, una especie de versión 3.0, los cocuquistas, les ha
fagocitado y amenaza con escupirles como se escupe un güito una vez se ha
aprovechado todo lo aprovechable.
Y claro, ahora es época de vacas flacas. Pero no reconocerán que se vinieron arriba demasiado aprisa y crecieron por encima de lo recomendable, y Juanita Petarda echa la culpa del ERE en su formación a la tucán de Fene.
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