Creo que si algo se puede decir de mí es que mantengo mis opiniones. Por poner un ejemplo, siempre he considerado que Santiago Carrillo o Jesús Polanco eran, cada uno en su estilo, unos hijos de mil padres: lo dije mientras estaban vivos, y lo mantengo ahora que están los dos cociéndose en el infierno.
En cambio, los miembros de los
partidos políticos (en general) y los apesebrados periféricos (tertulianos y
periodistas) cambian de opinión según de donde sople el viento, es decir, según
sea la opinión del líder de turno (en este caso del psicópata de la Moncloa,
que ha elevado el cambio de opinión sobre cualquier cosa a modus operandi
por defecto).
Y así ha pasado con el tema del
golpe de Estado en Cataluña: de ser algo tremendo y digno de manifestaciones de
indignación ciudadana ha pasado a ser algo que necesita de una solución
política, y la amnistía algo no ya necesario, sino prácticamente imprescindible.
Los malos triunfan, no por lo que hacen, sino por lo que no hacen los que no son malos.
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