En el último medio siglo, los gobiernos nacionales de uno y otro signo han justificado las cesiones a los regionalismos piafantes con la excusa de que buscaban colmar las aspiraciones de esas formaciones.
Pero, al igual que Ungoliant, el ansia
de estos nunca se verá calmada. Y, como de momento al menos, no parece que
vayan a acabar como la entidad maligna del legendarium tolkieniano (esto es,
devorándose a sí mismos… aunque, como no me canso de repetir, dejados a sus
anchas eso es lo que acabaría ocurriendo), seguir alimentándoles es inútil e
improductivo.
Y es que ellos mismos lo dicen.
La penúltima ha sido la presidente de la sedicente y sediciosa asamblea
nacional catalana, al desvelar (tampoco hay que ser un limbreras para
deducirla, vistos los precedentes) la estrategia separatista: primero cogen la amnistía y luego declaran la independencia.
¿Otra vez?
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