Esta novela de Joël Dicker presenta algunas similitudes con La verdad sobre el caso Harry Quebert. Para empezar, el protagonista, Marcus Goldman, que es además el narrador en primera persona.
Mantiene también la estructura de
narrar la acción en distintos momentos, separados por varios años de distancia.
Se diferencia, en cambio, en que
en esta novela no hay un asesinato que resolver. Si hay un misterio, puesto que
sabes que un drama (sic) alteró completamente la vida de los protagonistas.
Se trata, desde mi punto de
vista, de un Bildungsroman, de una novela de aprendizaje, en la que el
personaje principal madura y llega, finalmente, a poner en perspectiva todo lo
que le ha ocurrido a él y a su familia, de modo que tiene un conocimiento cabal
de todos lo acontecimientos.
Cuando acabé la novela me
pregunté si este Marcus Goldman y el de Harry Quebert eran el mismo o
dos versiones alternativas, porque parecía no haber tiempo suficiente en la
segunda novela para meter los acontecimientos de la primera.
Por otra parte, al imaginarme al personaje de Alexandra me la imaginaba con los rasgos de la actriz Alexandra Jiménez, probablemente por la coincidencia en el nombre.
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