Uno (yo, quiero decir) no sabe si las declaraciones que voy a comentar las hizo Luis Enrique porque de verdad cree lo que piensa, o bien por su afición a meterse en todos los charcos, opinar de todo y llevar la contraria a todo bicho viviente.
Porque, en el asunto del (último)
escándalo Rubiales -el del beso en la boca a Jennifer Hermoso en la entrega de
trofeos de la final del campeonato mundial femenino de fútbol (he tenido que
pensar cómo ordenar esas cinco palabras, no penséis que ha sido fácil, aunque
tampoco que lo haya pensado demasiado, la verdad), el que fuera seleccionador nacional
absoluto de la sección masculina rema contra corriente y dice que, para él, la
labor de Rubiales ha sido sobresaliente.
Quizá en el ámbito puramente
particular de Luis Enrique así haya sido, puesto que fueron comprensivos con
sus circunstancias familiares (dolorosísimas) y le guardaron el puesto, como
quien dice, mientras se reponía anímicamente; aunque es de suponer que Julián
Lopetegui y Roberto Moreno no pensarán igual.
Pero en el ámbito organizativo,
deportivo y de gestión, la labor ha sido mejorable, cuando no francamente
cuestionable. Como ya he dicho varias veces, Rubiales debería haber dimitido,
pero no por el beso, ni siquiera por el tocamiento didímico en presencia real,
sino por todos sus pufos, chanchullos y manejos durante todos estos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario