La violencia familiar es un drama terrible con consecuencias negativas tanto para los hijos como para el miembro de la pareja que la sufre. Y, en la mayor parte de las ocasiones -a efectos argumentativos, estaría dispuesto a admitir que la práctica totalidad de los casos-, quien la ejerce es el varón y quien la padece es la mujer.
Pero eso no es lo mismo que la totalidad de
los casos, por lo que no es lícito ni ético presuponer, como hace la
legislación española, la culpabilidad del hombre si una mujer presta testimonio
al respecto. Al menos, en una medida distinta -y mayor- que en los demás
delitos.
Sin embargo, en España, e impulsada por las
feminazis neocom (o las neocom feminazis, tanto monta que monta
tanto), la mujer siempre está en posesión de la verdad, aunque se demuestre lo
contrario. Y si encima la progresía ha hecho bandera de su caso, la afectada se
siente con fuerzas para desobedecer la orden de entregar a uno de los niños al padre.
Anda, que si fuese él quien se negase…
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