En España hay dos maneras de hacer las cosas: la de los enemigos internos del país -sean de la mano y el capullo, sean de la hoz y el martillo, sean de la barretina o sean de la boina- y la correcta.
Tomemos el caso de Andalucía. Durante cuatro
décadas fue el cortijo particular de la izquierda, que hizo y deshizo a placer,
que robó dinero como para asar una vaca, que se lo gastó en putas y en drogas,
y que pusieron la región a la cola, no de España, sino de Europa.
Pero han bastado seis años de gobierno de la
derecha para que las cosas cambien, en cierto modo. El paro se ha reducido
en una cuarta parte, pasando del 21,3% al 16,1%. El tramo de rentas más bajas
también se ha reducido, mientras que los de renta
media (sea esto lo que sea), renta
alta y renta por encima de la alta (al parecer, este tramo no tiene nombre
específico) han aumentado.
Y es que la bajada
de impuestos, unida a los paquetes de desregulación, han permitido que los ingresos
fiscales no sólo no hayan disminuido, sino que han aumentado.
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