Cuando se mantiene una postura adamantina a pesar de las evidencias en contra, caben dos posibilidades: o las evidencias son ciertas, o son falsas. En el segundo caso, mantener la postura es atenerse a la verdad. Pero en el primer caso, el hacerlo puede deberse a simple terquedad (no querer reconocer que se está equivocado) o al hecho de que admitir la verdad tendría unas consecuencias desastrosas.
En el caso del fiscal particular del
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, la Oficina del
Crimen Organizado está descubriendo hecho incriminatorio tras hecho incriminatorio
en relación con su móvil. Y, sin embargo, el consejo de ninistros sigue
defendiendo al sucesor de la barragana del juez prevaricador (ahora felizmente,
es un suponer, casados), y afirma que no hay nada nuevo.
Dejo al criterio de mis lectores dilucidar a cuál de las dos alternativas que menciono en el primer párrafo de esta entrada responde tan granítica afirmación.
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