Hablar del psicópata de la Moncloa casi ineludiblemente conduce al cabreo. Salvo que hablemos de su marcha de Paiporta, en la que demostró que todo lo que tiene de egoísta lo tiene también de cobarde. Pero ese es otro tema.
Hablar de su entorno familiar, en cambio,
conduce casi inevitablemente a la risa. Gente tan limitada intelectual y académicamente
que hacen fútiles sus intentos de que nos creamos que han llegado a la posición
profesional que ocupan por sus propios méritos, y no por el dedazo de Sin
Vocales.
De la pareja ya hemos (me encanta esto de
escribir en plural, teniendo en cuenta que aquí el único que redacta es un
servidor) hablado bastante. Pero en las últimas fechas, quien está dando
momentos de gloria es el hermano, que o es muy tonto o se lo hace muy bien. Porque
no sólo no sabe dónde está su despacho ni en qué consiste su trabajo -teniendo
en cuenta que no debe haber pisado el primero ni realizado el segundo, es
comprensible tal desconocimiento-, sino que tampoco recuerda qué le preguntaron
en la entrevista que le realizaron cuando se presentó para el puesto de
trabajo.
A ver si va a ser que tampoco estuvo allí presente…
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