Cuando me apunté este tema para incluirlo en la serie, me dio la impresión de que ya lo había tratado previamente. Tenía razón, pero es que es un tema sobre el que reflexiono de tanto en tanto.
Esto no ocurre sólo desde hace poco. Ha sido,
más bien, una constante en la historia de la humanidad. Cuando la esperanza de
vida era menor, las cosas pasaban más deprisa. Se maduraba física, emocional y
mentalmente más rápido, porque literalmente no había tiempo que perder. Había excepciones,
claro, como el caso de Marco Tulio Tirón -esclavo de Cicerón e inventor de la
taquigrafía-, que es fama que vivió cerca de un siglo (lo cual, teniendo en
cuenta la época convulsa en que le tocó vivir, no es poca cosa).
Pero la expectativa de vida ha ido
aumentando, los plazos se han ido dilatando y las cosas cada vez llegan más tarde.
Donde antes había adultos hechos y derechos (aunque bajitos), ahora hay
bigardos adultescentes, y los adultos de antaño son hogaño Peter Pan talluditos.
Al paso que vamos, empezaremos a chochear cuando todavía no hayamos dejado de babear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario