Cuando los tres lugartenientes de Viriato, tras haber asesinado a su líder, fueron al campamento romano a reclamar el precio de su traición, fueron despachados con la sentencia de que Roma no paga a traidores.
La izquierda española, en cambio, no tiene
necesidad de pagar a traidores. Les basta con estabular hordas de mercenarios,
alimentándolos con el dinero público que no es que sea de nadie, es que es de
todos.
Es una reclamación frecuente de los giliprogres
-más gili que progres, o probablemente progres porque son gilis- que, no
compartiendo la Fe de los que pertenecemos a la Iglesia católica, se ven
obligados a sostenerla con sus impuestos. Son tan gilis que a la falacia unen
la estupidez.
Falacia porque la Iglesia católica no se
sostiene con sus impuestos, si ellos no marcan la casilla correspondiente en el
formulario de la declaración de la renta. Y estupidez porque eso nos daría
argumentos a los demás para defender que nos vemos obligados a sostener con
nuestros impuestos a partidos políticos cuyas ideas no compartimos, o a
sindicatos cuya actuación (por llamarla de alguna manera) despreciamos.
Pero ahí está el psicópata de la Moncloa, duplicando las subvenciones a los sindicatos y alcanzando cifras históricas. Y no me hace
falta leer el artículo -no lo he hecho ni tengo intención de hacerlo- para estar seguro de qué dos sindicatos
son los más (injustamente) beneficiados.
Apuesto duros contra pesetas a que tú, lector, compartes mi certeza.
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