Al Sur del itsmo de Panamá, prácticamente todas las naciones cuentan con elementos suficientes para ser economías prósperas. Que no lo hayan conseguido se debería, por tanto, a la deficiente gestión de esos elementos. Es decir, a una mala política económica.
A lo largo del siglo XX, y especialmente de
su última parte, dos países fronterizos se desplazaron en sentido contrario:
mientras que Argentina se hundía en una espiral de hiperinflación,
devaluaciones y latrocinio institucional, al otro lado de la cordillera de los
Andes la economía chilena surgía boyante.
Vale que Pinochet fue un dictador, con pocos
o ningún escrúpulo. Eso no ofrece discusión, como tampoco la ofrece que la
economía mejoró -al menos, las cifras macroeconómicas (si la izquierda recurre
a ellas cuando le conviene, ¿por qué no voy a hacerlo yo?)- bajo su mandato.
Pero ahora, la economía chilena se ha estancado. Según algunos, por una ideología basada en la revancha contra los ricos. Y es que la izquierda en general se basa no en enriquecer a los pobres, sino en empobrecer a los ricos.

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