Hubo una época, quizá no demasiado lejana bajo parámetros históricos, en los que las universidades públicas -por aquel entonces no había privadas, salvo quizá una- eran templos del saber, un medio para que los menos favorecidos socialmente pudieran adquirir los conocimientos necesarios para ascender, para -como solía decirse- ser lo que sus padres no pudieron.
Eso se ha perdido. La titulitis ha
despojado de valor a los títulos universitarios. La rebaja de los estándares
académicos -no les suspendamos, no sea que se vayan a traumatizar- ha hecho
otro tanto, con treintañeros que se proclaman estudiantes y se agrupan
en sindicatos.
Y visto el aspecto que ofrecen las instalaciones de algunas universidades públicas, uno tiene bastante claro qué lado del espectro ideológico tiene mayor responsabilidad en el desaguisado.

No hay comentarios:
Publicar un comentario