Dice el refrán -basado en una frase de Cicerón, o alguien por el estilo- que más vale mantener la boca cerrada y parecer necio que abrirla y confirmarlo.
La tucán de Fene es incapaz de contener su
lengua y, claro está, demuestra una y otra vez que su cabeza está tan ayuna de
capacidad de raciocinio como ahíta de tópicos ideológicos. Y, claro está,
cuando se escapa del discurso preestablecido -discurso que sólo a duras penas
es capaz de seguir, y que sólo gente muy avezada logra entender-, demuestra que
es tonta de remate.
Ocurrió hace un par de semanas en el Senado
cuando, ante las interpelaciones de la bancada popular, afirmó que
quedaba gobierno de corrupción para rato. Tal cual, lo que provocó carcajadas
y aplausos en el partido que cuenta con la mayoría absoluta en la cámara alta.
Eso sí, como buena izquierdista, echó la culpa al PP de sus nulas capacidades oratorias.
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