En los partidos políticos se llama versos sueltos a aquellos que se apartan de la línea oficial de la formación.
Hay que señalar una peculiaridad, al menos en
España: con independencia de que sean de derechas o de izquierdas, el efecto
que producen depende de la ideología del oyente, no de la del político.
Es decir, que la izquierda bramará contra un
verso suelto, sea del partido que sea. Si es de izquierdas, porque se aparta de
la ortodoxia marxista y se ha vendido al capital, a la plutocracia, al
heteropatriarcado o a todos juntos: es el caso de las feministas clásicas,
que son denostadas como trasnochadas por las feminazis. Si es de
derechas, porque representa aquello que más les molesta, alguien sin complejos
que les dice las cosas a la cara, llámese Esperanza Aguirre, Cayetana Álvarez
de Toledo o Isabel Díaz-Ayuso.
En cambio, un oyente de derechas disfruta con
los versos sueltos. Si es de izquierdas, porque se apartará de la línea oficial
del partido, lo cual pone de los nervios a los de izquierdas. Y si es de
derechas, porque supone una vuelta a las esencias… y pone de los nervios a los de izquierdas.
Y si hay alguien que va a su aire en el Partido Popular es Isabel Díaz-Ayuso, que tan pronto dice que le gusta la fruta como se descuelga del resto de los barones del partido y decide no acudir al funeral laico (malo cuando se pone adjetivos a algo que no los necesita) por las víctimas de la DANA.

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