A comienzos de este mes hubo elecciones (hasta donde sé, municipales) en Estados Unidos. Entre los cargos que estaban en juego se encontraba el de alcalde de Nueva York.
El vencedor fue un tal Zohran Mamdani, del
partido demócrata, que se proclama socialista y es musulmán. No ganó, como dicen
los medios progres, arrolladoramente, puesto que obtuvo poco más de la
mitad de los sufragios emitidos (un 50,3%, para ser exactos), frente al 41,6%
del que quedó segundo. Si encima consideramos que votaron dos millones de un
total de ocho millones de habitantes, resulta que el fulano obtuvo todavía
menos respaldo que el sedicente estatuto sedicioso de Cataluña, ya que tuvo el respaldo
de poco más del doce por ciento de los neoyorquinos.
¿Y quién es este fulano? Hijo de una cineasta
y de un profesor de Columbia, es la versión estadounidense de los pijiprogres
europeos, un niño bien que cree haber descubierto la pólvora y se siente
llamado a salvar el mundo (o eso dice). En cuanto a su programa, incluye un control
de precios más estricto de los alquileres (ya sabemos cómo funciona eso, Barcelona
es la muestra), autobuses gratuitos (una idea que en otras ciudades ha
convertido el transporte público en refugio de vagabundos y delincuentes) o abrir
tiendas de alimentación municipales (algo que ya fracasó en Chicago). Lo único
genuino es su oposición a Israel, y el abrazar el lema de globalizar la
intifada.
En fin, los neoyorquinos sabrán.

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