Durante la pandemia, un conocido -y apreciado- de izquierdas pidió que se omitieran los comentarios jocosos sobre el psicópata de la Moncloa, aunque comprendiera que a los de derechas nos cayera mal.
No me molesté en aclararle las cosas (no
hubiera servido de nada), pero Pedro Sánchez está muy lejos, muy por encima (o
por debajo) de caerme mal. Mal me pueden caer Pesetero o la marquesa de Villa
Tinaja, el enano hormonado o Javier Bardem, gente que no influirán en mi
vida ni en la de millones de españoles.
Por el contrario, quien está al frente del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer es mucho peor que eso: es un peligro público, el mayor enemigo de España y la democracia que hemos tenido en los últimos doscientos años. Y mientras Feijóo y Abascal no se den cuenta de eso, y en lugar de dedicarse a tensar las negociaciones se pongan de acuerdo para enviar a Sin Vocales a las tinieblas exteriores a la política, de las que nunca debió regresar, tenemos partido de la mano y el capullo para rato.
España quizá no dure tanto.
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