A lo largo del juicio seguido contra el fiscal particular del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, la defensa se basó, sobre todo, en que el acusado había dicho la verdad sobre el novio de Isabel Díaz-Ayuso.
Pero es que la cuestión no era esa. No se le
juzgaba por mentiroso, sino por indiscreto. Como representante del ministerio
público, estaba obligado a guardar secreto, a no revelar las negociaciones
entre el presunto defraudador y el Ministerio Fiscal. Tanto daba que otros lo
supieran antes que él: el hecho es que él no podía hablar, y habló.
O, por mejor decir, evacuó una nota de prensa, que es donde radica todo. Y es que el decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid -que digo yo que algo sabrá de Derecho, el hombre- denunció la gravedad de la filtración.

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