Los partidos políticos, al menos en España, son organizaciones piramidales, en las que -salvo contadísimas excepciones-, el líder dispone y los demás acatan sin rechistar.
Y esto es lo que ocurre con los jotaporcatos,
una pandilla de sanguijuelas -calificar así a un partido separatista en España
es una redundancia, puesto que no hacen más que decir que quieren irse pero no
acaban de hacerlo… y el político de apellido descriptivo, aunque ierreceo,
es la mejor muestra de lo que digo- que han quedado para poco más que hacer de
correa de transmisión de lo que al iluminado huido a Waterloo le pasa por
debajo del estrafalario aliño capilar.
Por eso, decir que la ejecutiva del partido
ha avalado unánimemente la ruptura entre Cocomocho y el psicópata de la
Moncloa (repárese en que el titular habla de personas, no de formaciones
políticas, lo que refuerza -admito, como siempre, sesgo de confirmación- mi
aseveración del primer párrafo) es poco más que un sarcasmo carente de gracia
alguna.
Prácticamente, una perogrullada.

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