Este libro resulta especial por varias razones. Para empezar, porque me he saltado (por cincuenta) la regla FIFO (First in, first out: leerme los libros por orden de adquisición). Pero es que la amiga que me lo regaló me pidió que me lo leyera pronto y le dijera qué me había parecido, ya que ella sí que se ha leído las novelas anteriores del autor, más del género negro que del histórico. Así que allá vamos.
A diferencia de la última novela histórica que
me había leído, del tema que trata esta novela sabía más bien poco: que la
conquista la había iniciado Juan (probablemente Jean) de Bethencourt, que los
habitantes se llamaban guanches, que había unas momias… pero poco más. Y he de
reconocer que el autor hilvana lo bastante bien los acontecimientos históricos
con lo que podríamos llamar narración incidental para que la cosa
resulte entretenida.
En cuanto a la forma, la narración se
desarrolla alternando dos líneas temporales, la previa a la conquista de
Tenerife y otra muy posterior a la misma. En un giro que no desvelaré, ambas
líneas acaban convergiendo al final.
En la parte negativa, dos detalles: el
primero, que la mayoría de los personajes, salvo los del bando de Bencomo,
resultan reprobables y se hacen antipáticos al lector (es decir, hay una
dicotomía muy marcada entre buenos y malos), además de poner
rasgos negativos a todos ellos, de los Reyes Católicos para abajo (a pesar de
que casi todos los personajes son históricos); el segundo, un recurso casi
excesivo a escenas de sexo sin que, por así decirlo, lo exija el guión.
A pesar de todo lo dicho, y como solicita el autor al final, recomiendo este libro.

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