La izquierda prescribe como obligaciones para los demás lo que no se aplica a sí misma.
Sin ir más lejos, es de lo más progresista
defender, no ya la simple existencia del llamado euro digital, sino incluso
su implantación obligatoria. Defienden que esta medida redundaría en una mayor
seguridad al hacer fácilmente perseguibles las transacciones ilegales, los
intentos de blanqueo de capitales, las defraudaciones fiscales y tantas y
tantas actividades nefandas.
Lo que omiten muy cuidadosamente mencionar es
que eso haría (per) seguibles también todas las transacciones de los
particulares, al modo del Gran Hermano panóptico que ya pronosticó Eric
Blair hace tres cuartos de siglo.
Y ahora sabemos que, mientras tanto, el partido de la mano y el capullo sacó cerca de un millón de euros en efectivo del banco desde que el psicópata de la Moncloa llegó (fraudulentamente, no conviene olvidarlo) a la secretaría general de la partida.

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