Por mucho que se detesten mutuamente Cocomocho y el psicópata de la Moncloa, y por poco (por no decir nada) que se fíen el uno del otro, se necesitan.
A los jotaporcatos nadie les viene
mejor que alguien capaz de hacer, literalmente, lo que sea con tal de seguir detentando
el poder un segundo más. A los de la mano y el capullo les son necesarios los
votos en el Congreso de los Diputados de ese partido de sanguijuelas para
vestir con una apariencia de democracia lo que no es sino un comportamiento
autocrático.
Por eso, por mucho que los catalufos proclamen
con la boca bien abierta -y la Nogueras la tiene bien grande, además de
dentona- que rompen definitivamente con el psicópata y anuncien que vetarán todas las leyes del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer, la realidad es que no lo harán. Para empezar, porque sus peones en los órganos del Estado no dimiten.
Y es que se vive muy bien chupando de la teta pública, como bien sabe el charnego de apellido descriptivo de su catadura moral.

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