Que
el Gobierno español está gestionando la crisis del Covid-19 de modo manifiestamente
mejorable -al menos, para el común de los españoles; de sus posibles objetivos
personales, al ser ocultos o no manifiestos, no puedo conocerlos, sólo
imaginarlos y temer lo peor (piensa mal y acertarás)- es algo que, salvo sus defensores
más acérrimos o la gente que en lugar de ponerse la mascarilla tapando la boca
y la nariz lo hace tapándose los ojos, tiene meridianamente claro.
Y
no sólo es que lo demuestre la gestión que algunas comunidades autónomas -de
modo nada curioso, gobernadas por el PP- están haciendo, a veces con el
Gobierno en contra, y no a favor precisamente; es que desde las propias filas
socialistas se producen declaraciones que ponen de manifiesto la inepcia gubernamental
en el mejor de los casos (en el peor sería una negligencia que raya en lo
criminal).
Que
alguien que hasta hace cosa de año y medio era considerado como poco menos que
un pelele político, amortizado y hasta desahuciado, aparezca ahora por
comparación como un buen gestor; como un estadista o poco menos lo pintarían
los medios afectos, si la situación ideológica fuera a la inversa. Y no sólo
eso, sino que hasta es capaz de hacer frases bastante redondas, como cuando,
tras donar respiradores a la comunidad de Madrid, ha dicho que o somos españoles de verdad o de boquilla. Francamente, mejor ser españoles de
Bonilla que de boquilla.
Y
en el otro lado están los propios socialistas, que por mucho que se empeñen los
apologetas van descubriendo las vergüenzas del dúo Picapiedra. Porque cuando
Emiliano García Page, que no es precisamente un cualquiera, dice que el Gobierno
les pidió que no cerraran los colegios para no generar alarma, ¿qué
hemos de pensar? ¿Qué miente? ¿Por qué lo haría? Pero si lo que dice es cierto…
…entonces
es mucho peor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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