miércoles, 15 de abril de 2020

La conjura contra América

La primera vez que supe de este libro debió ser al poco de publicarse. Leí la premisa argumental -Charles Lindbergh se presenta (y gana) las elecciones presidenciales de 1.940-, me pareció ingeniosa… y ahí lo dejé.
Debí volver a saber del libro con la muerte del autor, Philip Roth, y ahí me lo compré, hace algo menos de dos años. Y ahora me lo acabo de terminar de leer. Vamos con la crítica, comentario o como queramos llamarlo.
El punto de discrepancia es, como he dicho, los meses anteriores a las elecciones presidenciales estadounidenses de 1.940, que en el mundo real darían a Franklin Delano Roosevelt un inédito tercer mandato (todavía tendría un cuarto, que no terminaría porque falleció en 1.945… lo digo por si hay algún despistado leyéndome). En la novela, el triunfo de un Charles Lindbergh cuya opinión de los nazis no era precisamente desfavorable hace que la vida de los judíos -y, en concreto, de la familia del narrador, un trasunto del autor con el que comparte nombre- se vaya haciendo más y más difícil.
La novela no termina siendo una divergencia total, sino que la Historia, por así decirlo, da un rodeo, y las cosas acaban -más o menos- como sucedieron en realidad: Pearl Harbor, entrada en la guerra de Estados Unidos, tercer y cuarto mandatos de Roosevelt… No voy a contar aquí cómo ni por qué se produce esa vuelta a la senda correcta. Sólo diré que el primer ochenta por ciento de la novela me parece bastante bien llevado, con una tensión in crescendo, para luego, a mi modo de ver, resolver todo de una manera un tanto apresurada.
Mientras leía la novela me preguntaba por qué las narraciones de historias alternativas son siempre distópicas, nunca utópicas. ¿Es que no hay ninguna vía distinta a la real que sea mejor? ¿Todas llevan al desastre? A punto de sentarme a escribir esta entrada recordé La patrulla del tiempo, donde Manse Everard tiene trabajo porque cada vez que alguien altera la corriente temporal las cosas van a peor.
Pero es que claro, una historia feliz no tiene demasiado gancho ni demasiada emoción, ¿verdad?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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